Con este acelerón que ha pegado el devenir de los acontecimientos en los últimos años, y la falta de permanencia, aunque fuera por algún tiempo, de cualquier hecho o tendencia, me ha dado por pensar si tendríamos en Canarias un plan B para nuestra estructura económica regional, es decir, si la tendencia a viajar y disfrutar del ocio a través de servicios de alojamiento y restauración, sumado a una oferta complementaria como la nuestra ya no funcionara, es decir, que nuestra oferta ya no fuera una tendencia de masas.
Y ahora paso a explicarme, el turismo de manera estricta existe desde hace muchísimo tiempo, pero el turismo de masas, tal cual lo conocemos ahora, es un hecho relativamente reciente, que ha ido de la mano de la ampliación de las clases medias y del abaratamiento por diversos motivos del producto turístico. Los patrones de consumo vacacional de amplias capas de población en los países desarrollados, han impulsado el consumo intensivo de productos turísticos durante décadas, pero que pasaría si esas maneras de consumir cambiaran, y el turismo se redujera o bien en cantidad, o bien cambiaran las formas de consumirlo.
Esto a muchos les puede parecer descabellado, pero las nuevas generaciones tienen valores y costumbres distintas a las de sus mayores, incluidas aquellas que tienen que ver con que consumir y la forma en que se hace.
Conceptos como la huella de carbono, y el impacto medioambiental que causan nuestras acciones cotidianas, pueden sonar a cosa de unos pocos, pero en sociedades como las nórdicas son ya una preocupación de primer orden, que hace que se planteen cuestiones como estas: ¿y si la cuestión climática empeorase y los desplazamientos tuvieran que ser más cortos?, ¿y si el verano sigue alargándose?, ¿y llegasen hasta noviembre temperaturas templadas en centroeuropa o incluso países nórdicos?.
Pues con sucesos de este tipo, cambiarían forzosamente los tiempos y formas de consumir el producto turístico, con el subsiguiente perjuicio para la economía canaria, y aquí es donde entra el plan B. ¿Hay plan B?, que haríamos si nuestra temporada más potente, que es la de invierno y que tradicionalmente ha comenzado en noviembre, tuviera que posponerse y comenzase en diciembre y llegase hasta mediados de marzo. El resto del año y dados nuestros paísajes y atractivo tendríamos turistas sin duda, pero si no fuera en la misma cuantía que hasta ahora, ¿qué haríamos?.
Esta última pregunta no creo que sea algo baladí, dado que hay hasta una Comisión en el Parlamento de Canarias que está estudiando el crecimiento poblacional en Canarias, ya que se estima que aumente en 300 mil personas en los próximos 10 años, y que así lleguemos en este pequeño territorio a los 2,5 millones de habitantes, ¿y si no es el motor turístico?, ¿qué otro sector emplearía de forma masiva a esa población?, u otra cuestión derivada de ello, ¿qué sector económica atraería a tanta gente al margen del turismo?.
En ese caso debemos ser imaginativos y diversificarnos, y que entre esas nuevas 300 mil personas, estén incorporados también profesionales del ámbito digital que generen riqueza para el turismo pero también más allá del turismo, ya que si antes teníamos el lastre de que generar productos en Canarias y exportarlos contaba con el altísimo coste del transporte hacia el continente, ahora se pueden generar servicios digitales que por su intangibilidad y creación online, no necesitan de transporte alguno, y desde un territorio como el nuestro podemos ser una auténtica lanzadera digital hacia muchas partes del globo.
Tenemos el talento, las universidades, emprendedores y técnicos con ganas de ello y sin salir de su tierra, y otros con ganas de venir a vivir a ella. Hagamos así un plan B para Canarias, e instemos a los agentes económicos a ponerse a ello.
