Sostenibilidad, ese concepto tan repetido, manido y tan necesario al mismo tiempo para un buen desarrollo de la actividad hotelera en la actualidad, vocablo introducido desde hace tiempo en nuestras conversaciones del día a día, pero que al margen de su uso lingüístico, necesita de medios técnicos en los establecimientos alojativos para que se sustancie en una realidad, así como unos objetivos e indicadores claros para que se materialice en algo concreto en la práctica.
Y este es el quid de la cuestión, ¿nos creemos la mayoría la sostenibilidad?, ¿o se habrá convertido en un lugar común más de las tendencias dominantes del postureo occidental?, creo que la respuesta más acertada la de que hay personas, proyectos y empresas que si se lo creen y otros que no, en este sentido no deja de ser importante que reciclemos y separemos las basuras, deberíamos ir más allá con medidas de eficiencia energética que pasan por la técnica, pero también por la toma de conciencia individual de no gastar más energía de la que necesitamos.
Para ello, el sector turístico debería de ir más allá de las certificaciones, que quedan muy bien y pueden dotar de un sistema de sostenibilidad a las empresas pero no garantizan que sus medios técnicos y humanos lleven en su ADN la sostenibilidad como medida de mejora medioambiental y porque no, también de ahorro energético y disminución de costes.
Nuestros alojamientos, por diversas razones que tienen que ver con sus consumos energéticos necesitan implementar medidas y planes de sostenibilidad más ambiciosos, que preserven y conserven nuestro medio natural de manera que se proteja la principal materia prima de nuestra industria, que es el destino y sus atractivos ambientales, de manera que podemos añadir al turismo como un motivo más para cuidar lo que nos rodea, para seguir desarrollándonos y generando riqueza aparte de por los evidentes motivos no lucrativos de manera directa.
Hay alojamientos en nuestra tierra que se creen la sostenibilidad, que la practican, y para ello invierten en ella más allá de realizar los reciclajes de materiales más básicos, con lo que así aportan valor al destino y también de sus propios negocios. Pero al mismo tiempo hay otros que o bien no se lo creen o no pasa de ser una mera declaración de intenciones que nunca acaba de sustanciarse en algo concreto en la práctica.
A estos incrédulos les deseamos que se lo crean lo antes posible y que inviertan en medidas que contribuyan a hacernos más sostenibles y al mismo tiempo rentables, eficientes y responsables.
Al calor de una noticia de última hora, he creído oportuno justo antes de enviar este artículo el matizar que la sostenibilidad del destino no puede obviar la seguridad jurídica, y que colectivos ecologistas y sociales no deberían de ejercer presiones que pretendan saltarse la ley a la torera promoviendo así una suerte de inseguridad jurídica que espante a la inversión y empobrezcan nuestra tierra.
