28/03/2024

Paciencia, tengamos mucha paciencia
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El mes pasado dediqué esta columna a descargar de culpas excesivas al sector turístico en lo que a inflación se refiere, pero lo hice desde una visión microeconómica y más tratando el hecho «a toro pasado» que a futuro.

Este mes, creo que por ello tocaría tratar la cuestión desde una óptica más macro, y con la vista puesta en el futuro más próximo de nuestro sector, y también al menos a medio plazo.

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Fijémonos para ello y para empezar, en la medida que ha impulsado desde principios de este verano el BCE, principal institución dedicada a regular la política monetaria en la eurozona, y que no ha sido otra que elevar los tipos de interés, con esta medida se trata de contener y mejorar la situación inflacionista.

Pues vale, hasta ahí se entiende la medida impulsada y para qué se implementa, ¿pero cuales son los mecanismos que hacen que una vez subidos los tipos, el alza de los precios en general se contenga?. Pues porque al actuar la subida de tipos como una subida del precio del dinero en la economía, las empresas y los particulares piden y tienen menos acceso al crédito, de lo que se deriva una menor masa monetaria circulando en la economía, y por ende un menor consumo e inversión.

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Con esta medida monetaria, lo que busca el BCE es controlar la subida de precios de bienes y servicios, pero es evidente que genera como efecto perverso una ralentización económica general.

Por otro lado, las ya consabidas quiebras de las cadenas de suministros de muchas materias primas y componentes industriales y tecnológicos, sumado a la subida brutal de los precios de la energía, han generado un alza general de los precios al haber generado estos factores una subida de los costes de producción.

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Por el lado del Gobierno de España, se ha implementado desde hace meses un descuento sobre los carburantes para particulares y empresas, que si bien sus dudosos efectos positivos valoraremos con el tiempo, al menos es mejor que no hacer nada desde las instancias nacionales.

Otra medida de la que se ha hablado como una posibilidad a implementar, sería la de fijar precios máximos para algunos productos básicos, pero de esta posible acción hay amplísima evidencia empírica y datos suficientes, para conocer a priori los efectos muy negativos que se derivan de su implementación, que no son otros que los siguientes: comienza a haber escasez de producto, aparecen mercados informales de distribución y venta de los productos a los que se les fija un precio máximo, y en los mercados formales se redireccionan los factores productivos a fabricar otros bienes o servicios que no tengan esas limitaciones de precios máximos.

¿Y esto al turismo cómo le impacta?, pues como al resto de sectores económicos de lleno y de manera muy seria. Con sólo pensar en un entorno con un mayor precio del dinero, por ello con una acceso limitado al crédito, y una subsiguiente ralentización económica ya podemos imaginarnos la disminución de las ocupaciones hoteleras reales frente a las presupuestadas en algunos destinos para poder equilibrar costes operativos frente a precios de mercado, porque en un entorno tan inflacionista no se puede competir en precios como en épocas de inflación mínima o inexistente se hacía, y hay que cubrir todos los costes de operación más los márgenes de beneficio deseables en toda actividad empresarial, por bajos y limitados que estos fueran

Todas estas medidas darán sus frutos a medio y largo plazo. A sabiendas de que esta tensión e incertidumbre se suma a la acumulada por la pandemia y sus efectos económicos derivados, por lo que por mucho que cueste debemos nuevamente de tener paciencia, mucha paciencia.

Mejores tiempos vendrán, y lo sabemos.

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