29/03/2024

Reseteando la conformidad social
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-¿Puedes recordar quién eras antes de que el mundo te dijera quién debías ser? – Charles Bukowski

Hace unos días, impartiendo una sesión de formación en una empresa y, al hilo de la necesidad de fomentar el espíritu crítico en la organización, visionábamos un vídeo que nos hizo pasar un momento muy divertido. En el vídeo, se describía una situación en la que una serie de personas, en una sala de una consulta médica, respondían, sin saber por qué y ni siquiera planteárselo, con una acción concreta a un estímulo dado. El visionado del vídeo y posterior reflexión, dio paso a una breve explicación teórica sobre la conformidad social.

Y aunque debo reconocer que en cada ocasión que veo el vídeo, se me inunda el cerebro de endorfinas, lo cierto es que, si bien, en determinados contextos, la gracia está bien, en otros, resulta bastante preocupante.

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¿A qué contextos me refiero? Seré breve. A todos.

Me explico. Si partimos de la base de que los seres humanos en la actualidad estamos expuestos de manera continua a sobreinformación y desinformación, y añadimos a la ecuación que uno de los mayores retos de la sociedad del conocimiento es evitar ser manipulados para poder ejercer la ciudadanía consciente y participativa, resulta que, sí o sí, sólo el desarrollo del pensamiento crítico nos permitirá gestionar con criterio toda la información que recibimos. ¿Y porqué es esto importante? Porque, sin duda, esto nos conduce a tomar mejores decisiones y, si no fuesen mejores, nadie nos podrá discutir que, al menos, serán las nuestras.

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Si nos remontamos al principio de los principios, a la prehistoria, los seres humanos nos movíamos en manadas, ya que nuestro desarrollo como especie, dependió de la supervivencia en grupos y, para sobrevivir en grupos, necesitábamos adaptarnos, siendo éste un comportamiento que hemos heredado nosotros.

Y éste debió ser el punto de partida que utilizó el psicólogo Arthur Jeness para estudiar el fenómeno de la conformidad social allá por el año 1932. Este estudio fue continuado posteriormente, en el año 1951, por Solom Asch, que mostró cómo las personas se ajustan a las presiones del grupo, dudando incluso de su propio juicio individual.

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Bajo mi punto de vista, y aunque este tema daría para muchos artículos y tertulias trasnochadas, la conformidad social se opone troncalmente al fomento del pensamiento crítico, tan necesario hoy día para que personas y organizaciones, ofrezcamos soluciones a los retos de presente y de futuro con soluciones innovadoras y creativas. De hecho, será “pensar de forma diferente” lo que nos asegure un futuro más prometedor en un mundo tan cambiante y globalizado.

Y si bien, la capacidad de pensamiento crítico, es una de las competencias más valoradas por las empresas a la hora de contratar talento, lo cierto es que, bajo mi experiencia de trabajo y observación en diferentes contextos, me atrevo a decir que, si no tomamos consciencia de la necesidad de desconectar el piloto automático con el que vamos por la vida, esta competencia es y seguirá siendo un bien escaso.

¿Por qué me atrevo a decir tal cosa? Pues entre otras razones, les diré que, una de peso, es esta conformidad social que nos induce de manera constante a aceptar las normas del grupo que nos permiten ser aceptados, que no es cuestión baladí. Y no digan que no, ansiamos ser aceptados. El problema viene cuando sacrificamos nuestro propio juicio en pro de esa aceptación. Soy de la opinión de que deberíamos ser un poquito más críticos y plantearnos más a menudo, si eso que estamos haciendo o diciendo, es realmente lo que queremos hacer y decir. Y si no es así, deberíamos, al menos, levantar la mano.

Por otro lado, un dato curioso. ¿Sabían que la “no creatividad” es una conducta aprendida?. Hay estudios que demuestran que nuestra capacidad creativa, que a los 5 años es de un 98%, se reduce hasta un 12% cuando cumplimos los 15 años de edad. Quizás nuestro sistema educativo tenga algo que ver…ahí lo dejo.

Y si, a nuestra capacidad creativa mermada, le unimos la conformidad social y nuestra resistencia natural a los cambios…blanco y en botella. Por eso las ideas innovadoras vienen de unos pocos, de aquellos que, con bajo nivel de conformidad social, analizan los problemas desde una óptica que puede desafiar los convencionalismos. Resuelven de forma innovadora y no sólo hacen las cosas mejor, sino de manera diferente.

Pero claro, en este caso, ni todo es tan fácil, ni 2+2 son 4. Veamos por qué.

En el ámbito de las organizaciones empresariales, en relación a los equipos de trabajo, la conformidad social puede influir negativamente. Se trataría del caso del pensamiento grupal, donde una decisión errónea, con consecuencias altamente negativas, puede ser adoptada aun cuando el equipo esté formado por personas altamente cualificadas, y se disponga de la posibilidad de tener información suficiente para elaborar un análisis correcto.

Y es que, en los equipos de trabajo, donde haya personas con alta conformidad social, que tienden a hacer la cosas bien, pero no diferentes, junto a personas con baja conformidad social, que muestran menor disciplina aunque aportan mayor perspectiva creativa, y partiendo de la base de que estos tipos descritos, no suelen aparecer en estado puro, los y las líderes deberían representar el rol de conformistas moderados, actuando como enlace entre los dos anteriores.

¿Por qué estimo que es preciso que analicemos cuál es el grado de conformidad social en nuestros equipos y cómo debemos abordarlo desde nuestro papel de líderes? Fácil. Porque con la vorágine de rápidos cambios en la que estamos inmersos, contexto en el que las necesidades de los consumidores y/o usuarios van continuamente evolucionando, es importante que las organizaciones se pueda adaptar a ello con premura aumentando su resiliencia. Las fórmulas que ayer tuvieron éxito, es muy probable que ya hoy no lo tengan, razón por la cuál, la empresa debe adelantarse y prever las dinámicas que podrán aparecer en el mercado en un futuro próximo, ya que, en caso contrario, estarán destinadas a desaparecer.

Si bien no existen fórmulas mágicas para solventar esta situación, sí que podemos encontrar algunas maneras de hacer y pensar la empresa que pueda asegurar su mantenimiento en el tiempo y la solución pasa por el fomento del pensamiento crítico. Esa solución impacta directamente en la evitación del sesgo de confirmación, preguntándonos más y planteándonos cuestiones fuera de la norma, lo que nos ayudará a tener respuestas diferentes a los problemas de siempre.

Por otro lado, fomentar una cultura crítica y creativa, nos ayudará a responder de forma más proactiva a retos diversos. Y reflexionar. Afilar la sierra. Desconectar el piloto automático. Abstraerse y pensar en lo que hacemos día a día debería ser una herramienta más de trabajo.

Sin duda, entrenar y fomentar el pen- samiento crítico, en todos los niveles de la empresa, pero también en cualquier ámbito en el que nos desarrollemos, no puede sino proveernos de la mejora continua que tan necesaria es en el mundo en el que vivimos.

Inicié este artículo con una cita de Charles Bukowski que me encanta porque me lleva a reflexionar sobre la importancia de recordar quien soy y esto para mi es clave a la hora de elegir, de decidir, de optar. Identificar los propios valores, los límites, los “si”, los “no” y los “nunca” y esa perspectiva que me lleva a la posibilidad de elegir del mundo aquello que se relaciona con lo que priorizo para poder decir, sin atisbo de duda, “no” a lo demás.

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